La llegada de un bebé siempre es motivo de alegría, pero implica muchos cambios. La climatización del hogar es una cuestión a tener en cuenta cuando la familia aumenta. La sensación de confort en la vivienda es esencial para sus habitantes, pero lo es aún más cuando llega a casa un bebé recién nacido. Hay que tener en cuenta que un niño tan pequeño aún no es capaz de regular su temperatura corporal, se estima que para un bebé el termostato deberá situarse entre los 20 y los 22 grados. Así que si te encuentras en estado de buena esperanza y tu sistema de climatización no funciona de forma correcta no dudes en solicitar un servicio de reparación de calderas en Madrid.
Los recién nacidos no cuentan con mucha grasa, motivo por el que no son capaces de regular su temperatura, tardarán unas semanas en desarrollar el sistema de termorregulación con el que cuenta nuestro organismo. Acción que nos permite mantener nuestro cuerpo a una temperatura que oscila entre los 36 y los 37ºC, independientemente de la temperatura exterior. Cuando hay un bebé en casa lo más importante es no someterle a cambios de temperatura brucos.
Cuando el nacimiento se produce en invierno es más fácil mantener la temperatura adecuada para el confort del pequeño. Los sistemas de calefacción inteligentes nos permiten seleccionar la temperatura deseada y que el sistema se encienda cada vez que la misma baja, de este modo se mantiene la misma temperatura todo el tiempo. Por ello, es importante revisar el estado de tu caldera para asegurarte de que funciona de forma correcta y, en caso contrario, contratar un servicio de reparación de calderas para ponerla a punto.
Mucho más difícil es regular la temperatura cuando el bebé nace en verano, podemos accionar el sistema de aire acondicionado, pero no es recomendable acostar al pequeño con el aire encendido. Lo mejor será ponerlo un rato antes de dormirlo y quitarlo mientras descansa.
Desde Eco Gas Ingeniería te contamos que a la hora de sacar el bebé a la calle debes tener en cuenta la temperatura exterior, evitar las horas más frías en invierno y las horas centrales en verano. El mejor modo de testar la temperatura del niño es tocarle la nuca o la frente, ya que las manos y los pies siempre suelen tenerlos fríos.